domingo, 17 de agosto de 2008

Silente...

En tus voces destempladas
hay amenaza constante
para el sempiterno amante
que te quiso con locura
y te dio su vida entera.

Ejerciste dos amores:
el del purpúreo cielo
y el visible del terreno.

El primero, de temores,
el segundo con placeres.
Cómo se fue descubriendo
la hipocresía del cielo,
mientras soy un pelele
sujeto a todos los vientos.

Me avergüenzo ante la gente
en mi pecho silente.
Guardo silencio sagrado
pues guardo un gran silencio
en lo más hondo del pecho
guardo muy fuerte mi pena.

¡Oh! ¡qué tristeza en mi alma
no sé dónde consolarme!
Mis ojos van hacia ti
buscándote con presura,
y ¡oh dolor acerbo!
tu gentil figura
queda en mi alma grabada
muy grabada a sangre y fuego.

De mi alma muy amada
quédate siempre conmigo
aunque tenga mis temores
y aunque me amenace el cielo.