Toni, hoy han leído los niños en la escuela, el poema infantil "¡A volar!" de Rafael Alberti.
Tocaba en la lección porque sí. No lo he buscado deliberadamente por lo que te ha sucedido. ¿cuántos años tenías cuando en tu libro de lecturas lo leías?. Es inevitable el recuerdo. Te lo aprendiste de memoria. ¡Qué dicción tan perfecta! ¿te acuerdas?
"parado y triste alcaraván". Y el final parecía un presagio. Con tus cinco o seis añitos. No tenías más.
"¡A volar,
jovencito,
a la eternidad!"
¡ Cómo resuenan todavía, como sinfonía de notas celestiales, tu timbre de voz infantil!. Se te hizo la voz adolescente, luego de joven, y al final, de hombre. Yo recuerdo tu voz infantil. No sé, pero es curioso, evoco con más nitidez tus sonidos de niño...
Eras más puro, más ingenuo. Sentías la belleza de un poema infantil. Se te traslucía la entonación...
¡Qué expresión en cada estrofa!. Nosotros, los adultos, podemos entonar quizá con perfección, pero solo tú, Toni, en tus cinco o seis años le dabas el calor infantil y trascendía tu ruego y si te hubiese escuchado el leñador, seguro que hubiera abandonado el hacha. ¡Cómo sonreías imperceptiblemente cuando te dirigías a las aves...
- "Señora abubilla,
señor gorrión,
hermana calandria,
sobrina del ruiseñor;
ave sin cola
maríin-pescador!"
Me parece que tengo grabado el poema con aquella tu voz, que enmudeció y ha enmudecido para siempre. Y la última estrofa es un puñal ahora. Entonces fue la apoteosis, el triunfo de tu súplica infantil: "¡A volar,
pajaritos,
al mar!"
Fue una premonición, una profecía, un presagio o qué sé yo lo que fue. Si tú no hubieras volado, quizá sería un recuerdo fugaz, difuminado en la neblina de los años transcurridos. Cumplido el presagio, Toni, "¡A volar!" aquel poemilla infantil es vivo, actualizado con resonancias en mi mente, en mi corazón. Con resonancias de estruendo. ..
Y así transcurrían los años, entre añoranzas y recuerdos, y así, me sentí yo, cuando por casualidad, apareció en el libro de lectura de mis alumnos, ¡ A volar!. Y en estos momentos tristes por ambas ausencias, me debato entre lágrimas que descansan y sentimientos encontrados, como tus letras, que aparecen por los rincones más recónditos.