viernes, 16 de mayo de 2008

BRINDIS

En casa jamás se vieron los toros, pero apareció esto entre papeles.

"BRINDIS.

Rebulle el coso taurino.
La tarde brinda al torero
sus luces resplandecientes
que hieren a las arenas del ruedo.
Suena el clarín penetrante
del gentío en el revuelo.
El espada aleja el miedo
abriendo su capa de oro
en un lento movimiento
haciendo el instante eterno.

Una mujer lanza al ruedo
su boca en una sonrisa
detenida ante el torero
al que inspira gallardía.
El hombre capta el mensaje,
con la montera en la mano,
con pasos quedos y lentos
cual si no hubiera distancia
entre la mujer y el diestro.
La muleta, bajo el sol,
reposa en el brazo izquierdo:
es la bandera abatida
delante del rostro bello.
La risa encuentra su eco
en los ojos del torero;
se les olvida el recuerdo
de la sangre derramada
y en el rostro, muy sereno,
se dibuja una sonrisa
que expresa y transluce clara
un orgullo altivo y fiero,
mientras el sol de la tarde
tiñe de amarillo el cielo.

Los caireles y la arena
de la mujer el cabello.
Todo es de color amarillo
menos el del toro negro.
Es de brindis el momento,
de todo el ofrecimiento
en la montura viajera,
la carne herida y de muerte.
Quizá para no volver
en el viaje de regreso.
Un brindis a una mujer
no hay nada más importante
para el hombre grana y oro;
tiene que volver al ruedo,
ser digno de su sonrisa
y mirar lisonjero
de la anónima mujer.
El brindis para en palabras
porque el toro está impaciente
y se menea nervioso.
El hombre que ha de matarlo
despliega el bermellón
convierte el orgullo cierto
lo que fue solo promesa
mas el desprecio.
Recoger la dignidad
cobijada en sus pupilas
de unos bellos ojos negros.
Ha de merecer el beso
cuando coja la montera
en el viaje de regreso. "